Mi libro de recetas

Cocinaron memorias en la FIL Ensenada

Entre dibujos, anécdotas y sabores, las familias recuperan la herencia gastronómica del Puerto.
Por
Angela Preciado
Fotografía
Angela Preciado
Campus
Ensenada
6 de Abril de 2025

El Foro de Talleres se llenó de aromas imaginarios, risas compartidas y recuerdos sabrosos con el taller Mi libro de recetas familiares, guiado por la doctora Carolina Mata Miranda, también profesora de la Facultad de Enología y Gastronomía de la UABC.

Esta actividad, pensada para realizarse en familia, convocó a padres, madres, abuelas, abuelos, hijas e hijos a dialogar sobre los sabores que habitan su vida cotidiana y aquellos que emergen en los momentos especiales. A través de dinámicas sencillas y profundamente emotivas, se invitó a los participantes a reflexionar sobre cómo la cocina crea vínculos afectivos, y cómo las recetas que se preparan y comparten pueden convertirse en un legado invaluable.

Se entregó a cada familia un pequeño libro en blanco, donde pudieron dibujar sus platillos más significativos y comenzar a armar su propio recetario. Entre colores, lápices y anécdotas, los asistentes comenzaron a plasmar aquellos platillos que forman parte de sus celebraciones, rituales, despedidas o reuniones cotidianas. “¿Quién te enseñó a cocinar eso?”, “¿Lo preparas igual que tu mamá?”, “¿Qué recuerdas cuando hueles ese guiso?”, fueron algunas de las preguntas detonadoras para abrir la conversación entre generaciones.

Carolina Mata compartió con las y los asistentes la importancia de registrar estos saberes orales y familiares. “Muchas veces las recetas familiares no están escritas en ningún lado, pero viven en la memoria de nuestras abuelas o en la forma en que papá le pone ‘ese toque especial’ al platillo. Recuperarlas es también salvaguardar la historia de nuestras comunidades”, mencionó.

Durante el taller, las familias compartieron sus experiencias con la comida: desde tacos de pescado, chiles rellenos, pasteles de cumpleaños, hasta la tradicional birria del domingo. El espacio se transformó en una cocina simbólica donde cada relato tenía sabor, textura y afecto.

Como un acto de cariño y memoria, este taller sembró la semilla para que, en cada hogar, se sigan contando historias con ingredientes, sazones y recuerdos. 

 

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